domingo, 18 de mayo de 2014

EN PRIMERA, POR CLARA. Y EN SEGUNDA…

Votar entre la guerra y la paz es lo que el 25 de mayo se va a poner en juego. El regreso del cuestionado fenómeno uribista, o de opciones que, aunque enarbolan la paz, podrían no garantizarla a largo plazo. Aquí, una pequeña reflexión frente a la posibilidad de desarmar los corazones y dar lugar a la vida, el respeto y el entendimiento. 



Por Jhon Fredy Nagles
Periodista

Elegir entre el regreso de la guerra, las chuzadas y el auge paramilitar o, por el c lontrario, la paz, la finalización de cincuenta años de conflicto armado y la desaparición de las FARC-EP como organización subversiva es la nueva coyuntura que hoy por hoy dinamiza el panorama social y político en Colombia. Pero también está la posibilidad de generar las condiciones de cambio en muchos de los aspectos del actual modelo económico, y con esto, garantizar que ese acuerdo de paz sea posible y duradero. De lo contrario, renacerán nuevas agrupaciones insurgentes.

Para los que creen que firmar la paz con las guerrillas izquierdistas es llevar a Colombia a un escenario de impunidad están totalmente equivocados. El llamado ‘Marco Legal para el Proceso de Paz’ está ubicado en un escenario que se le ha denominado ‘justicia transicional’. Desde este contexto, se buscan alternativas de ejercer justicia, distintas a la cárcel, o con penas alternativas a quienes hicieron parte del conflicto, pero siempre buscando que la verdad, la reparación y la participación de las víctimas sea la constante, diferente a lo realizado con los grupos paramilitares en Colombia en 2004 que se les procesó en Estados Unidos solo por narcotráfico y no por delitos contra la población civil.

Otros, en cambio, hablan que el proceso de paz con las FARC-EP es solo el “trampolín” del actual gobierno de Colombia para reelegirse. En Guatemala fueron precisamente las elecciones presidenciales de 1996 las que empujaron a que se fortaleciera la agenda de paz con el grupo armado ilegal URNG. Finalmente, aquella coyuntura en esa nación centroamericana influiría en propiciar los cambios políticos necesarios para llegar a firmar los acuerdos de paz, y con ello, la elección de gobiernos más progresistas o de izquierda, los cuales garantizaron la continuidad del proceso.  

En éste último punto es en el que entra la posibilidad de opciones que realmente, no solo garanticen la continuidad de los Diálogos de Paz entre el Gobierno de Colombia y la Insurgencia, sino de realizar los cambios al modelo económico que, durante años, ha generado desigualdad y pobreza, caldo de cultivo para la guerra y la violencia en todas sus manifestaciones. Es allí donde la figura de Clara López Obregón entra a jugar un papel preponderante en éste escenario, y su fórmula vicepresidencial, Aida Avella, que garantiza una unión duradera a los sectores políticos alternativos y movimientos sociales.

Proceso de Paz, la prioridad

No hay que creer en encuestas, pero que influyen, influyen. Según sus últimos datos, darían por ganadoras las campañas que resumen en dos los escenarios posibles en el futuro político de Colombia: La continuación de la guerra o la salida negociada y pacífica al conflicto armado. Aunque los sectores progresistas y alternativos en Colombia apoyan y reivindican el Proceso de Paz, también es cierto que temas como la renegociación de los TLC, la regulación de la política extractivista y frenar la presencia de multinacionales en el territorio, no serían posibles con el actual modelo económico ni negociables en la Mesa de Diálogos con el actual gobierno colombiano. 

Es así que es necesario un gobierno que, en un eventual escenario de paz, garantice realizar las reformas necesarias para mitigar las condiciones de pobreza y desigualdad social. De esta manera, podríamos diezmar, de una vez por todas, las posibilidades de que renazcan sublevaciones sociales que repercutan en la creación futura de otros grupos armados ilegales en Colombia. 
Por esta razón, creemos que el proyecto político que representa Clara López Obregón y Aida Avella Esquivel tendría la capacidad de idear lo necesario para materializar esos cambios; porque no es solo firmar la paz, es también mantenerla, garantizando una real democracia para todos los sectores.

Si no es Clara en segunda, ¿qué hacer?

Hasta aquí, todo claro. Lo más seguro es que haya segunda vuelta en las elecciones presidenciales, y con ello, pensar en la posibilidad real de que la Izquierda llegue. Pero si no… Por tanto, pensar un escenario sin ellas en segunda vuelta es necesario. Sin que se nos califique de pesimistas, aunque muchos deseemos que Clara y Aida logren un victorioso segundo lugar el 25 de mayo, la desinformación que consumen muchos ciudadanos sobre la actual coyuntura electoral solo deja chance en la intención de voto al candidato-presidente Juan Manuel Santos y al candidato uribista Oscar Iván Zuluaga, el primero de tendencia política de derecha, el segundo de extrema derecha.  

Ahora bien, analicemos. Santos, aunque de derecha, desde un comienzo se la jugó por un proceso de paz con la Insurgencia. Mientras la otra opción, la llamada extrema derecha fascista, ayudado por una maquinaria politiquera muy bien aceitada con recursos de sectores que no simpatizan con el proceso de paz, solo quiere continuar un modelo, instaurado por el entonces presidente Álvaro Uribe entre 2002 y 2010, en el que buscan la derrota militar de la insurgencia, ahondando en los múltiples problemas que desencadena la guerra en un país con la segunda taza de desplazados en el mundo.  

Aunque las dos campañas parezcan ser de la misma tendencia ideológica, es preciso identificar que entre las dos hay una que se la juega por la paz, la misma que ya está por más del 60 por ciento de los acuerdos firmados en La Habana. La otra es de donde provienen los ya conocidos y cuestionados actos ilícitos, como las chuzadas del DAS, los falsos positivos, Agro Ingreso Seguro, la parapolítica, los calificativos de “guerrilleros vestidos de civil” y el pago a congresistas para la aprobación en el Congreso de la reelección uribista en 2006.       

En definitiva y para ir cerrando ésta reflexión, la alternativa es Clara para primera vuelta. La Izquierda tenemos el derecho a continuar, bajo condiciones sociales, políticas y económicas diferentes, este proceso de consolidación de la paz y no con el actual modelo. Sin embargo, en el marco de las actuales condiciones históricas que hoy se nos presenta y de resultar ciertas las llamadas encuestas de opinión el próximo 25 de mayo, la opción en segunda vuelta es rodear el proceso de paz o dejar que la guerra continúe su curso con las lógicas del uribismo.

O es votar en blanco, escenario que en segunda vuelta de las presidenciales no significa nada según la legislación electoral colombiana y dejar que llegue Oscar Iván Zuluaga para que borre los importantes avances en el Proceso de Paz. ¿Es dejar que la extrema derecha le eche gasolina al fuego a 50 años de conflicto o es tomar el mismo camino ya emprendido por el sector del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro?. Sin sectarismos pensemos, ¿Que hacer?. 

Aun así teniendo en cuenta que con el actual gobierno no se podrían iniciar los cambios estructurales ya descritos anteriormente, nuestra obligación hoy es asumir responsabilidades históricas: Pensar en un panorama en segunda vuelta entre Santos o el voto en blanco, en el eventual caso en que Clara no llegue, ¿Cual sería la opción?, yo diría que votar por Santos. Nunca pensé decir ésto pero es solo pensando en ganarle las elecciones a la guerra, la prioridad es la Paz.

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