
Jhon Fredy
Nagles Soto
Turbaco,
Bolívar

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Estas comunidades reclaman que su territorio sea declarado ‘Despensa Pesquera’ del norte de Bolívar, pues toda su tradición gira alrededor de la canoa y la atarraya. |
Repisnobol es una organización de segundo grado, creada
legalmente en 2001, de la cual hacen parte cuatro comités: La Asociación de
Pescadores de Mahates, Asopema; Comité de Cooperación Cultural de Gamero,
corregimiento de Mahates; Asociación Primero los Niños, Asoprini; en La
Suprema, vereda de María La Baja y Comité del barrio Puerto Santander en el
casco urbano de este último Municipio.
Su actividad la desarrollan en una región donde se encuentran
un complejo de ciénagas formadas con el tiempo por el Canal del Dique, lo que
le da una riqueza acuífera importante en el norte del departamento. Mahates
está rodeada por cinco ciénagas (Zarzal, Capote, Aguas Claras, Atascoso y el
Tupe), mientras que María La Baja cuenta con otra vasta red de canales y
arroyos (Corral, Munguia, Limón, Matunillas, Caño Grande de Correa) que alimentan
la ciénaga de María La Baja, una de la más fértiles y grandes de Colombia. Así
también, en éste complejo se encuentra el embalse de Matuya, del cual las más
de 80 familias que conforman la vereda La Suprema se han apropiado en su vida
diaria de éste cuerpo de agua.
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Por su posición geográfica, Mahates y María La Baja deberían ser el centro pesquero del departamento de Bolívar, dicen los líderes de ésta iniciativa organizativa. |
La organización de piscicultores establece que la
población que sobrevive de la pesca está cercana al 90 por ciento de los pobladores, al menos de los
dos municipios. “Por su posición geográfica, Mahates y María La Baja deberían
ser el centro pesquero del departamento de Bolívar, porque son de los pocos
municipios que cuenta con ciénagas grandes”, expuso Fidel Torres, integrante
de la Asociación de Pescadores de Mahates (Asopema ), otra de las organizaciones que articulan
la Red. Para los campesinos y campesinas que integran la Red, la piscicultura
(cría de peces en cautiverio) es el proyecto que les permitió encontrarse como
comunidad, trabajando en grupo.
El pretexto
para organizarse
La historia de la Red aparece mucho después de la
creación en 1979 de la primera organización de pescadores en la zona: el Comité
de Puerto Santander. Inicialmente, se tuvo como objetivo evitar la explotación
excesiva de los cuerpos de agua. Posteriormente, sería también la puesta en
marcha de estrategias de mercadeo entre los diferentes grupos que practican la
piscicultura en la zona. Con el tiempo, la actividad liderada por estas
organizaciones se convertiría en la forma de garantizar una proteína en el
alimento diario de éstas comunidades y, de paso también, una entrada económica.

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Pese a los obstáculos que les pone el entorno, la piscicultura se niega a desaparecer como alternativa económica contra el desempleo y a favor de la preservación ambiental de los cuerpos de agua. |
Pero su accionar como organización se remonta desde
mucho antes, finales de los 60, cuando llegan entidades con la idea de proteger
la ciénaga de la pesca indiscriminada que se presentaba con el trasmallo, una
técnica no habitual en la pesca de la región. Este método consiste en instalar
redes de pesca, muy finas y de ojo de malla extremadamente estrechos, a lo
largo de ríos, lagunas y, en éste caso, de la ciénaga. De esta manera, se busca
cazar todo tipo de peces, desde los más pequeños hasta los grandes, impidiendo
que los primeros terminen su proceso normal de crecimiento.

Se inició el
enredo

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84 familias hacen parte de los cuatro comités de pescadores que trabajan en la Red Piscícola del Norte de Bolívar. |
Las comunidades que, tradicionalmente venían de ser
pescadoras, iniciaron desde entonces la práctica de la piscicultura. Pero es
solo hasta hace 26 años que se piensa en articular todos estos grupos en un
escenario de articulación para facilitar la formación, la capacitación, la
producción y la comercialización de peces.
“La Red se conforma de varias organizaciones, las cuales nos llama el señor Pedro a una reunión en Pava [corregimiento de María La Baja]. Empiezan unas capacitaciones, de donde sale la idea de crear un consorcio. Nos presentamos en la Cámara de Comercio, pero no pudimos pasar como consorcio”, explicó Magali.
“La Red se conforma de varias organizaciones, las cuales nos llama el señor Pedro a una reunión en Pava [corregimiento de María La Baja]. Empiezan unas capacitaciones, de donde sale la idea de crear un consorcio. Nos presentamos en la Cámara de Comercio, pero no pudimos pasar como consorcio”, explicó Magali.
Pocos peces,
mucho trasmallo
Al principio, la gente veía el trasmallo con “buenos
ojos”. Según recordó José Luis Miranda, integrante de la Red y técnico
piscícola asesor de la experiencia, los peces más grandes los cazaban. “Con el
tiempo, se dieron cuenta que el número de peces iba disminuyendo, por lo que
empezaron a reaccionar. Dijeron entonces que tenían que prohibir el uso de esas
artes que se empezaron a usar desde aquella época”, argumentó José Luis.


“Entonces, para uno ganarse la comida tiene que
traer de Cartagena para acá porque mire lo que hay aquí [mostrando los pequeños
peces que tiene a la venta]. No es igual como antes cuando sí había pescado de
toda clase, bocachico, sábalo, se cogían arencas. Así como había pescado
grande, había también pequeño; pero eso se ha acabado desde que llegó el
trasmallo”, dijo Rosalba Guerrero, vendedora de pescado de la zona.
Así también lo recuerda Aura María Márquez Puello, integrante
del Comité de Puerto Santander en María La Baja, una mujer pescadora que
recuerda las épocas en las que sí había abundancia de peces en la ciénaga. “Yo
nací cuando había pescado, porque mi abuelo salía a pescar, y a la hora tenía
que devolverse porque tenía que vaciar la canoa, porque no había quien quisiera
pescado”. Hoy, la crisis ambiental por la que atraviesan centenar de cuerpos de
agua en Colombia ha hecho que en ciénagas como las existentes en Bolívar baje
su producción pesquera.
“La palma amenaza la seguridad
alimentaria”: Asoprini
A
la histórica problemática de los trasmallos, se suman otras que vienen
afectando, no solo la piscicultura de la región, sino la seguridad alimentaria
de la misma. Tal es el caso de la invasión de grandes extensiones de tierra por
cuenta del cultivo de la palma africana. Según Luis Manuel Carballo, líder
comunitario de la vereda La Suprema y miembro piscicultor de la Asociación
Primero los Niños, esta planta amenaza su seguridad alimentaria.
“La problemática que ahora nosotros tenemos dentro
de la comunidad es que la palma nos ha ido rodeando […]. La cultura de la
alimentación aquí en La Suprema ha ido completamente cambiando, porque estos
cultivos le han venido dando duro a la seguridad alimentaria. También las
mujeres han tenido problemas de salud porque, como no hay donde hacer las
necesidades, entonces las hacen dentro del cultivo de la palma”, resaltó.

“Apenas
llegó la palma, se mueren las mariposas y todo bicho que ande volando que le
haga daño a la palma. Ellos le tienen su veneno para matar los bichos. Ellos
echan Lorsban con melaza, y esa mariposa se come ese veneno, y ya en la mañana
uno ve todo esto lleno de mariposas. Eso se lo comen los pescados, y una vez
hubo una mortandad de pescados natural de aquí mismo. Esos venenos que le echan
a la palma nos está afectando la piscicultura”, explicó Julián.
Escasean los peces, escasea la tierra
No
solo de pescado se alimenta la comunidad. Los pescadores, además de alternar esta
actividad con el cultivo de peces, labran la tierra para sembrar la yuca, el
ñame, el plátano y otros cultivos para el consumo diario. Por esta razón,
además del agua, los playones en estas ciénagas son claves para la siembra y la
alimentación. Pero muchas de éstas extensiones de tierra se encuentran en manos
de particulares, quienes además de esto contaminan las ciénagas con sus
agroquímicos.
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Entre las dificultades que afronta la piscicultura en el Norte de Bolívar está el levantamiento de terraplenes y el secaminento de grandes extensiones para ser usadas en la ganadería. |
Según los pobladores, la situación hace que ya no
haya lugar para que los peces aniden y, en poblaciones donde tienen la
piscicultura como actividad económica, la sedimentación no dé lugar a que la
ciénaga se oxigene. “Estamos quedando sin
cuerpos de agua, y no hay quien venga, a realizar un dragado a la ciénaga. Cada
día, la ciénaga se va haciendo más pequeña, porque el sedimento está acabando
los cuerpos de agua. Mahates cuenta con cuatro ciénagas, de las cuales, ni
uniendo las cinco que hoy existen, da lo que daba una antes”. Eder Rafael Prens,
habitante de Mahates.

Pero allí no para. En el Comité de Cooperación
Cultural del corregimiento de Gamero, otra de las organizaciones que articulan
la Red, la situación es igual a la del casco urbano, en Mahates. Allí, la
sedimentación ha provocado que las distancias de donde se trae el agua para los
estanques sean cada vez mayores. En éste sentido, Edilma Tovar, presidenta de
éste Comité, relató que “el tema del agua aquí es un problema porque llegar a
la ciénaga en tiempos de verano es difícil. Tenemos que poner la motobomba a
unos 300 metros retirado. Muchas veces no hay ni para el combustible de esta”.
Es así que la considerada por algunos
“privatización de la tierra y el agua”, ha hecho más difícil mantener proyectos
de sostenibilidad alimentaria como la piscicultura una actividad quijotesca.
“Antes se pescaba a la orilla del pueblo. Ahora tenemos que recorrer kilómetros
para ir a la pesca. Toda esa tierra en 20 o 30 años se ha sedimentado kilómetros
de ciénaga, lo que quiere decir que nos vamos a quedar sin nada”, reflexionó
Fidel a propósito del tema.
La Red,
escenario también femenino
Al olvido en el que se ve sumido el sector rural,
se suma la constante vulneración de los derechos de las mujeres campesinas.
Pero en la Red se viene trabajando en contra de ello. En la Red, desde la
producción de alimentos, pasando por el seguimiento y control de crecimiento de
los peces hasta su comercialización, son responsabilidad tanto de ellos como de
ellas. Ejemplo de ello son Nisley María Contreras Carriasgo y Luz Helena
Herrera Vásquez que junto a sus otros conforman la Asociación Primero Los
Niños, Asoprini, organización conformada por en su mayoría por mujeres de la
vereda La Suprema, corregimiento de Matuya en el municipio de María Labaja, uno
de los cuatro comités que conforman la Red.
Nisley Contreras es una de las mujeres que hacen parte de Asoprini. Ella junto a sus coterraneas y los hombres colegas piscicultores, mueven el proyecto en su vereda. |
“Nosotros tenemos distintos proyectos en la
organización. Además del proyecto piscícola, tenemos proyecto apícola, proyecto
bobino; tenemos diferentes proyecto productivos en la organización. Entre todos
esos proyectos, las mujeres estamos ahí trabajando. Estas tareas las hacemos
entre todos, hombres y mujeres, porque nosotros ahí estamos mirando la equidad
de género”, explicó Nisley.
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La Red es un escenario que proporciona sustento económico a la familia rural, en donde el principal brazo es el papel de la mujer en los diferentes procedimientos de la producción piscícola. |
Hace algunos años representó en las mujeres un
problema la participación en este tipo de proyectos productivos comunitarios.
Hoy el trabajo de la Red ha logrado demostrar que es posible y necesaria. “Fue una
negativa porque muchos compañeros se fueron. Ahí había muchos señores, algo
machistas. Ellos no querían trabajar con mujeres porque decían que el trabajo
les iba a tocar a ellos solos, y que íbamos partir igual. Pero no fue así,
porque nosotras también nos metíamos al estanque. Cargábamos monte como los
hombres, y hasta el momento lo hemos seguido haciendo así”, reseñó Magali.

Hoy, en medio de las dificultades propias de la
vida familiar, las mujeres pescadoras de la Red han ganado un papel adicional
al de la crianza de los niños, las labores del hogar y otros menesteres,
gracias a la formación que han adquirido a lo largo de éste proceso de
organización social. “Cuando yo no estaba en el Comité, trabajaba solamente en
mi casa con los niños que mandaba al colegio. Ahora trabajo aquí procesando el
alimento, en el mantenimiento de los estanques y en el grupo de siembra”,
relató Nevys Miranda, integrante del Comité de Puerto Santander.
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Las mujeres de la Red Piscícola del Norte de Bolívar son finalmente las protagonistas de todo el proyecto. Son ellas las que mueven todo; hasta la sabiduría que sobre el pescado existe en la zona. |
Además de su habitual rol en la piscicultura, las
mujeres de la Red demuestran conocer de peces desde otra perspectiva. En sus
comunes conversaciones, los principales temas son los diferentes tipos de peces
que existe o que una vez existieron en la ciénaga; así como de las variadas
formas de cocinarlos. Todas hablan con total naturalidad y frescura sobre ello,
demostrando profundos conocimientos sobre éstos ecosistemas que cualquier
biólogo marino, en la primera, o chef profesional, en la segunda, envidiaría
tener.
Red
Piscícola, mucho más que peces.

Para Magali Ballesteros Miranda, la Red no solo ha
sido su lugar de trabajo. Hoy, Magali sabe de alevinos, de biometrías y de
producción de alimentos. Para ella la Red junto al Comité de Puerto Santander,
se ha convertido en su vida. “Pensar que se acabe todo es tremendo. Si la Red y
el Comité se acabara… Dios no quiera. Son muchas historias de vida, muchas
personas que llevamos muchos años aquí. […] Somos una empresa de la economía
solidaria, como nos lo inculcó el señor Pedro Nel Luna, y con esa idea la hemos
mantenido toda la vida”, dijo.
Pese a los obstáculos que les pone el entorno, la
piscicultura se niega a desaparecer como alternativa económica contra el
desempleo y a favor de la preservación ambiental de los cuerpos de agua. Estas
organizaciones encontraron en esta actividad una manera de aportar en la
alimentación de su comunidad, pese a las dificultades que le ha puesto la
naturaleza: Por aquellos primeros años de proceso, la Red perdió toda su
producción por cuenta del Joan, el más devastador huracán de los últimos 50
años en el norte de Bolívar y sur del Atlántico ocurrido en 1987. Este episodio
quedó marcado en la mente de millares que perdieron mucho más que sus casas.
Es por ello que, los habitantes de esta zona,
vieron en la piscicultura algo mucho más que un escenario para el sustento diario:
Es resistirse a dejar su tradición, la pesca como una cultura de todo un
pueblo. Por lo anterior, esta comunidad reclama ser declarada como ‘Despensa
Pesquera’ del norte de Bolívar, pues toda su tradición cultural gira alrededor
de la canoa, el boliche y la atarraya. “Por eso fue que quizás nos organizamos,
para hacer cultivos de peces en estanques, para que nuestros nietos puedan
continuar viendo la escama del pescado”, puntualizó Fidel.
Apoyos para
seguir adelante
La Red Piscícola del Norte de Bolívar es una
experiencia organizativa que durante los últimos años viene recibiendo apoyo
técnico y operativo de la ‘Corporación Desarrollo Solidario’, CDS, en
coordinación con la ‘AIDA, Ayuda, Intercambio y Desarrollo’, y financiado por la
‘Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo’, AECID.
Gracias a estas entidades, se ha buscado consolidar un proceso que viene en
crecimiento, con miras a hacer de la piscicultura una opción para la vida y la
esperanza. En tanto, hombres y mujeres de ésta iniciativa resisten a los
embates del desempleo y la guerra.
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