Con muchas preguntas y extremas reflexiones termino la versión 2008 del Campamento Nacional Conversar La Memoria, Sentir el Territorio en el municipio de El Carmen de Bolívar al norte de Colombia. La iniciativa de conformar una red nacional juvenil, continuar dejando huella y visibilizar la memoria sin dar paso a tachaduras ni lagunas en la historia fueron algunas de las ya muchas iniciativas que se suman al trabajo articulado de las organizaciones que se presentaron, y que se buscará finiquitar para el 2009.
Por Jhon Fredy Nagles Soto
Al igual que Rock al Parque 2008, la primera versión del Campamento Conversar La Memoria, Sentir el Territorio fue un espacio de extrema convivencia donde la diferencia cultural fue la protagonista. Cuatro días que, a pesar de las dificultades por el agua, los “pequeños” mosquitos que a diario visitaban nuestras venas, fueron momentos para el aprendizaje y alimentar nuestras reflexiones teóricas sobre comunicación, historia y sociedad. En ésta oportunidad, nuevamente la gente de Neiva y el Huila se hacía presente en la zona de los Montes de María; y que travesía para llegar allá.
La cita estaba para los días 5, 6, 7 y 8 de diciembre, pero en Neiva desde el jueves 4 la aventura empezaría con el agotador viaje de 24 horas hacia nuestro destino: El Carmen de Bolivar. La salida programada para las dos de la tarde, debido a inconvenientes de dinero para el mismo viaje, se nos retrasó hasta las cuatro. Al fin, salimos con muchas expectativas de lo que seria el paisaje norcolombiano. Atrás quedaba la amada ciudad de la que ya muchos han escrito y cantado para ir a la tierra de la gaita, la cumbia y el vallenato; un viaje suave rápido y cómodo en el primer tramo Neiva – Bogotá pero insoportable en el resto del largo camino.
Con el frío que la categoriza, a eso de las nueve y media de la noche se llegó a Bogotá. De inmediato nos esperaba el bus que nos llevaría hasta Bosconia, uno de los municipios del departamento de Bolivar, a tres horas de Cartagena. Este si fue el viaje más pasado pues la ansiedad embargaba la mente y el corazón del huilense. Luego de cinco horas de Neiva a Bogotá, se sumaban dieciséis horas de Bogotá a Bosconia, tramo de viaje que fue acompañado por grupo numeroso de costeños que se dirigían, unos a Barranquilla, otros a Cartagena, pero al fin y al cabo, colombianos que ansiaban llegar a su tierrita.
A son de champeta y su dialecto particular, los costeños en el viaje hablaban de su preferencia por el calor del mar caribeño al frío cachaco, de las crisis por las que ha pasado el Atlético Junior, el equipo representativo de la región, y de muchos otros asuntos. A muchos le causaba risa el dialecto del huilense que entre los pasajeros de aquel bus repleto de costeños se hallaba en la misma ruta, asunto que se mantuvo, no solo con los costeños de dicho viaje sino con los que se hallaban en el campamento montemariano.
El último tramo fue Bosconia – El Carmen de Bolivar. Este fue la recta final que nos llevó a conocer el municipio de El Plato, uno de los que por estos días ha sufrido las inclemencias del río Magdalena. Luego pasando el puente López Pumarejo, el mas largo de Colombia que separa los departamentos de Magdalena y Bolivar sobre la gran delta del Yuma.
Allí, en medio de las inconformidades de no tener acueducto, el campamento en El Carmen de Bolivar fue toda una aventura: primero, la locura de todas las mañanas cuando los hombres nos tocaba sacar agua de un pantanoso estanque para luego bajar hasta un pequeño valle y, en medio de las espinitas del pasto y sobre unas tablas que prevenían que uno se las clavara, ducharse, unos en peloto, otros en ropa interior; y segundo, los “pequeños” mosquitos que se levantaban en medio del pasto que rodeaba toda la finca, lugar este, ubicado a las afueras de El Carmen de Bolivar, que se había dispuesto para la concentración del campamento.
Estas incomodidades eran a las que menos se aludían cuando sabían muchos que, además de venir a hacer historia desde la tierra de Lucho Bermúdez, se venia con la idea de tejer otro tipo de vínculos y relaciones sociales que se darían desde el primer día de campamento.
Todos estaban a la expectativa de hacer levante durante el campamento, sobre todo el personaje del campamento que empezaba a relucir por encima de todos los participantes del espacio por su locura que lo haría querido por todos. Hablamos del negro Javier Pacheco que, luego de su papel de borracho en De Cochero a Piloto, uno de los cortometrajes realizados en el marco del proyecto Cinta de Sueños, se conocería como el famoso Chorry, nombre adoptado por dicho personaje interpretado en este trabajo audiovisual. El tallerista del día con su singular dialecto, que a oídos del huilense, era poco entendible, con su didáctica empleada, conocida como el juego de la botella (que en esta dinámica no se haría con botella sino con un totumo ovalado) fue la que rebosó el cántaro de sentimientos y propuestas, entre indecentes y románticas.
En medio de la locura, se da la discusión sobre lo que es memoria, identidad y territorio, aspectos vistos como elementos transversales en los procesos de comunicación para el encuentro, el reconocimiento y la transformación social.
Durante la jornada, la relación de identidad que se establece en el proceso de recuperación de la memoria y hacer de la tachadura, de la laguna histórica, una inexistencia social, fue lo que, de una u otra manera, hemos venido haciendo, muchos sin saberlo. JURACO desde la radio se ha logrado plasmar la historia, con algo de problemas cronológicos al contarla, pero al fin y al cabo una historia valiosa que precisamente han tratado de tacharla o, en algunos casos, robarla como lo sucedido en Neiva.
A lo anterior, da la importancia de escribir y descubrir las variadas aristas de aquella historia que se construye a diario y es lo que colocamos a colación en éste texto con lo sucedido en 1997 con el proceso de Plan de Desarrollo que se realizó con la participación de muchas organizaciones sociales de la Comuna 10 de Neiva y que sus habitantes fueran galardonados con el Premio Mundial Dubai por sus buenas practicas de participación ciudadana. Resultado de ello, los días 24, 25, 26, 27 y 28 de septiembre de 2007 se llevó a cabo la realización del VIII Encuentro Internacional Habitat Colombia – Neiva 2007. Durante este encuentro, la alcaldesa Cielo González Villa, en vez de explicar al mundo porque Neiva fue galardonada con ésta distinción y explicar de que trato la experiencia (es decir, hablar de este proceso en la Comuna 10) lo que hizo fue dar un informe de gestión de su administración: Hablar de los programas y proyectos que desarrolló desde su administración y no de lo que debería. Aunque reconoció que "Neiva ganó el Premio Dubai por el ejemplo de democracia participativa de la Comuna 10, cuyos objetivos y proyectos se han mantenido sobre los cambios políticos durante los últimos 10 años”, durante los días de encuentro no pareció acordarse de ello.
¿Robar la historia? ¿Que significaría tal premisa? Es asignar otros nombres, otros significados a lo que realmente se conoció. Es darle otros nombres a los hitos y acontecimientos que se presentaron en el pasado; es quitar en unos su verdadero sufijo de protagonistas y trasladárselo a otros sin serlo en realidad. A eso es a lo que llamaríamos robar la historia.
Otras de la reflexiones es la referida a que la comunicación que busque suvertir el orden establecido, a través del desarrollo de iniciativas que busquen la transformación social, deben, en primera instancia, hacer visible la memoria (referida esta al pasado de un pueblo) pero no la memoria impuesta desde la historia oficial, a la que se ha aludido desde que estamos en la escuela, sino aquella que además de los personajes de la historia oficial y culturalmente aceptada como historia, es aquella a la que da su importancia a los personajes que vemos caminar a diario en las calles de nuestros barrios, pueblos y ciudades.
Muchos de nuestras historias se tejen en medio de ambientes que muchos diríamos que no son importantes. Siempre cuando aludimos a la historia, a la cultura y a los personajes importantes de nuestra región, hablamos de lo socialmente aceptado como historia y cultura, y que, por lo general, son los ya tradicionales politiqueros que inmortalizan su imagen en los libros de historia colocándoles sus nombres y apellidos a obras de cemento que, en ultimas, son una obligación que deben demandarles a la ciudad o departamento que ellos presiden como gobernantes.
Es aquí donde entramos con las historias que se tejen desde el prima infantil de los niños y niñas de nuestra región. Tomamos de referencia nuestro proceso liderado desde la Escuela de Comunicación Minga del Sol de la Comuna 10 de Neiva, con sus relatos que, en medio de la sencillez, son momentos que dan paso a una memoria próxima a ellos, importante para los sectores donde habitan. Es una historia vista con los ojos de un niño o niña que ha vivido su propio hito, su propia propuesta de ciudad, la que ellos viven desde su cotidianidad. La Minga del Sol es un proceso que se enmarca en el reconocimiento del entorno enfocado al derecho que tenemos todos y todas a un ambiente adecuado y sano. De igual manera, se busca que desde la práctica diaria se adopten formas de preservar el medio ambiente, desarrollando acciones que generen conciencia sobre la responsabilidad de retribuirle a la naturaleza lo que le pertenece una vez aprovechemos de ella sus recursos, lo que le llamamos generar en los niños y niñas de la Minga del Sol asumir la ciudad desde lo infantil y juvenil.
Por otro lado, hablábamos de lo socialmente aceptado como cultura. Esto nos lleva a descubrir que existen otros asuntos en lo cultural que no son aceptados como tal. ¿Qué es lo no aceptado, rechazado o excluido en lo cultural? ¿Qué es para muchos la cultura? ¿Cuál es la cultura impuesta por el sistema? Aquí podríamos hablar de la cultura que deslindan otros estilos de vivir la ciudad, cultura de “bajo perfil”, cultura a la que las políticas dirigidas por el Estado al sector cultural no acoge como valida para diseñar un solo sueño compacto e incluyente de ciudad. ¿Cuál es aquella? En realidad son muchas las culturas, las músicas, los estilos de vida que subvierten “lo normal” pues, no directamente sino en su forma de referirse a estas formas de vivir la ciudad, lo consideran “no normal” o algo que enferma y quienes lo asumen como suya esta cultura los consideran “enfermos” o que “no aman a Dios”. Aquí podemos hablar, entre otras muchas formas culturales de asumir el territorio, la que se da, no solo en Neiva sino en muchas otras ciudades de Colombia, con el Rock.
El proceso de consolidación de la cultura que se gesta desde las guitarras eléctricas, las líricas antisistema del Punk y antirreligiosas del Metal son toda una gesta que data desde 1998 y que solo, hasta ahora se puede hablar de una ciudad de subculturas, pero no con tono alarmista, sino viéndolas como ciudadanos que asumen la ciudad con crítica a lo impuesto por el Estado y aceptado por toda una ciudad como verdadero y único. Es aquí donde es preciso preguntarnos por la ciudad y el país contado, o mejor, gritado con voces desgarradas o expresado con palabras que escandalizarían a los “pupis” del papado católico o a las señoras encopetadas de estrato diez de las grandes ciudades. Es preciso hablar del rock que surge en los años sesenta y que hoy por hoy es un fenómeno social y cultural cuyo significado ya no es referido a la simple música sino que ya son otras cosas. Ante este entramado de locuras cabe preguntarse ¿de qué hablamos cuando hablamos de rock? ¿Cuál es el tipo de sociedad propuesto por el rock?
Rock: Cuatro letras que forman una palabra breve, pero con un significado muy fuerte dentro del contexto social y cultural. Tantas veces invocado, tantas veces malinterpretado, juzgado, acusado, perseguido y aplastado. Otras tantas, glorificado, exaltado, exacerbado, adulado. Su sentido terminó por volverse difuso. Para ir desentrañando lo que se oculta tras estas cuatro letras hemos diseñando para el Rock neivano, mas que un programa de radio, una estrategia de comunicación que desde la radio busque hacer visibles las historias de esta cultura, tan estigmatizada y vituperada por siglos de eterna tradición conservadora. Desde hace un año se busca con el Periodismo del Rock propuesto por La Escena visibilizar las historias, problemáticas, propuestas de ciudad y la memoria social de la otra Neiva que se cuenta al son de una batería, un bajo y las guitarras eléctricas. Desde el Metal y el Punk se conservan algunas historias de transgresión que vomitan una ciudad agreste, cargada de garabitos y otros tantos canibálicos, conducidos por su ansia de poder y engaño para los cuales está la “música pesada” que los recuerda como personajes no deseados por ninguna sociedad, pero que están en todas las esquinas y que describen el horror de la muerte y la “belleza” de sociedad en medio de la cual estamos palpitando ciudad. La ciudad del rock es aquella que asume una ciudadanía de trasgresión, pero que, paradójicamente desde esa misma locura demente, propone una ciudad menos traumática y menos “mierda” con el ser humano.
Todo esto es lo que, en últimas fue lo que contribuyó a sonorizar otras notas en el ritmo teórico que llevariamos hasta ahora. Mucho alimentó en lo que, hasta ahora, hemos logrado con la identidad juvenil y las subculturas urbanas del rock en el caso del proyecto La Escena y con las historias infantiles y juveniles que se tejen en medio del respeto por el medio ambiente con la Escuela de Comunicación Minga del Sol. De igual manera estos proyectos, que desde la tierra de Jorge Villamil Cordobés, Ulises Charry, José Eustasio Rivera, Ricardo Bermúdez, Cesar Augusto González, Camilo Rivera y otros tantos contadores y cantadores de la música tradicional y alternativa, continuaran resaltando la vida y la muerte, el triunfo y el desfortunio, el amor y el odio todo con una mirada que proyecta ciudad, que contribuye a hacer de nuestros territorios, realidades mejor vivibles; al fin y al cabo, todo transversalizado en una comunicación que, complementada con la historia, se enmarca en una constante búsqueda por ser visible lo que siempre se ha mantenido a las riveras del río y en medio de un oscura cortina de humo. JURACO/PRENSA.
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