Hace 37
años en el país suramericano que se inició siete años de la dictadura militar
encabezada por el entonces general Videla. Hoy se cuestiona el papel del
Episcopado de ésta nación en éstos oscuros hechos de la historia. Para muchos,
se heredó el modelo nacionalcatolicista del Franquismo de España.
John
Fredy Nagles Soto
Corp. Júraco
naglesblack@hotamail.com
@NaglesJhon
Así lo ha sostenido en sus diferentes trabajos
el profesor Martín Obregón, docente en Historia e investigador en la
Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Sus investigaciones se han centrado
en el papel de la Iglesia Católica de Argentina durante el periodo de la
dictadura y, sobre ello, en las relaciones entre el llamado nacionalcatolicismo
y los derechos humanos en Argentina. Según sus conclusiones, “es posible
afirmar que los sectores mayoritarios de la jerarquía católica brindaron su
apoyo al régimen militar entre 1976 y 1983, adoptando una posición sumamente
moderada ante la violación sistemática de los derechos humanos por parte de las
Fuerzas Armadas”.
La controversia
Estos cuestionamientos inspirados en estudios
académicos sobre la historia de Argentina ahora cobran vigencia debido a la
elección del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como nuevo
Pontífice de la Iglesia Católica. Se dice que el religioso, junto con otros capellanes, reconfortaba
espiritualmente a los torturadores en los campos de concentración de la
dictadura. Mientras eso ocurría en este sector del clérigo, otros sacerdotes y
obispos sufrían la persecución y la muerte por sus posiciones contra el
gobierno de Videla.
En este sentido, el
Premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo Pérez
Esquivel, trinó en su cuanta de Twitter que el Papa Francisco "no
tuvo el coraje suficiente de otros obispos" para denunciar las violaciones
a los Derechos Humanos durante la dictadura cívico militar en Argentina”.
Si bien aclaró que
el clérigo argentino y actual Sumo Pontífice "no fue un cómplice directo
de la dictadura", indicó que "le faltó coraje para acompañar la lucha
por los Derechos Humanos”.
Por esta razón, hoy
en Argentina ven con bastante repudio la escogencia de Bergoglio como Papa de
la Iglesia. Así lo manifestó, Inés Vázquez, rectora de la Universidad Popular
Madres de Plaza de Mayo y una de las que perdió uno de sus hijos durante
aquellos tiempos: Dijo que al Papa Francisco “le faltó bendición para proteger
a sus sacerdotes jesuitas en la época de la dictadura”, señala la activista en
la página Web de la Organización. Inusualmente, Francisco también es el nombre
de uno de los sacerdotes jesuitas que, por su tarea, fue desaparecido durante
la dictadura, junto a un grupo de jóvenes. “Algunos aparecieron y otros
continúan desaparecidos”, aseguró Vázquez.
Por su parte Bergoglio,
quien era sacerdote provincial de los jesuitas argentinos (cabeza de la orden
en ese país) de 1973 a 1979, dijo haber hecho gestiones ante la Junta para
rescatar a mucho de su congregación. Posteriormente en 2010, ya como cardenal,
reiteró sobre su papel y el de su congregación en rechazo a las acusaciones que
se le indilgan aun hoy. En el libro biográfico ‘El Jesuita’, escrito por los
periodistas Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti, explicó: “Nunca creí que
estuvieran involucrados en actividades subversivas como sostenían sus
perseguidores, y realmente no lo estaban. Pero, por su relación con algunos
curas de las villas de emergencia, quedaban demasiado expuestos a la paranoia
de la caza de brujas. Como permanecieron en el barrio, Yorio y Jalic fueron
secuestrados durante un rastrillaje. La misma noche en que me enteré de su
secuestro, comencé a moverme. Cuando dije que estuve dos veces con Videla y dos
con Massera fue por el secuestro de ellos”.
Iglesia
“progresista” Vs. “tradicionalista”
Durante la década
de los años sesenta con el Concilia Vaticano II, la Segunda Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín, la iglesia en Argentina,
una de las más conservadoras y recalcitrantes de América, vio una amenaza en lo
que ellos consideraron “el futuro de la iglesia”. Profundizó las tensiones
existentes entre los sectores renovadores, partidarios de reformas en la
Iglesia, y los sectores tradicionalistas, que se quedarían con la idea que la
Iglesia es una “sociedad perfecta”.
Para Emilio Fermín
Mignone, abogado, politólogo y quien en la última década ha trabajado en el
campo de los derechos humanos en Argentina, el nuevo rumbo adoptado por la
Iglesia universal en el Concilio Vaticano II tomó por sorpresa al clero gaucho.
Para los sectores progresistas del Catolicismo, el Concilio representaba la
consagración de lo que habían impulsado desde comienzos de la década de 1960: “Una
iglesia más cercana a la realidad social”. Pero estos cambios no fueron
apropiados por los conservadores de la Iglesia Católica en Argentina, explica Emilio
Fermín en su libro ‘Iglesia y dictadura: La experiencia argentina’.
Ya en los años 70,
el Clero en Argentina lo que hizo fue adoptar, incluso ya por encima de lo
estipulado por el papa Juan Pablo II, la ideología del nacional-catolicismo,
una doctrina que establece que el mantenimiento y el avance de la religión en
el país no depende de la evangelización sacerdotal, como existiera en una
nación laica y de libertad de culto, sino en la obligatoriedad por medio de la
legalidad estatal, es decir, que por mandato constitucional, se obligaba a que
todo el país debería profesar la misma religión.
En esta apuesta, la
escuela cumplía un papel fundamental: La implantación del área de ‘religión’ en
el pensum académico de escuelas públicas, la misma ideología conceptuada del Franquismo:
“El catolicismo, según este modelo político, forma parte de la nacionalidad y
no puede sufrir menoscabo, porque ello significa un ataque a la patria”,
resumió en sus conclusiones sobre ello Fernando Urbina, profesor universitario
en Madrid, en su artículo ‘Contenido de la ideología nacional–catolicista.
En Colombia, sutilmente se continúa con en éste modelo, donde es la escuela
y no la prédica en el púlpito los escenarios para impulsar la religión
católica. Así lo afirma Alberto Pinzón Sánchez, antropólogo y ensayista
colombiano, quien asegura que, aunque con la Constitución Política en 1991 haya
declarado a Colombia como estado laico, con las posturas del “Intocable”, como
calificó la Revista Semana al procurador Alejandro Ordoñez, el país viene en un
retroceso hacia un “Estado Confesional”. Al parecer, dice, se piensa continuar
la historia.
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