Votar entre la guerra y la paz es lo que
el 25 de mayo se va a poner en juego. El regreso del cuestionado fenómeno
uribista, o de opciones que, aunque enarbolan la paz, podrían no garantizarla a
largo plazo. Aquí, una pequeña reflexión frente a la posibilidad de desarmar
los corazones y dar lugar a la vida, el respeto y el entendimiento.
Por Jhon Fredy Nagles
Periodista
Elegir
entre el regreso de la guerra, las chuzadas y el auge paramilitar o, por el c lontrario,
la paz, la finalización de cincuenta años de conflicto armado y la desaparición
de las FARC-EP como organización subversiva es la nueva coyuntura que hoy por
hoy dinamiza el panorama social y político en Colombia. Pero también está la
posibilidad de generar las condiciones de cambio en muchos de los aspectos del
actual modelo económico, y con esto, garantizar que ese acuerdo de paz sea
posible y duradero. De lo contrario, renacerán nuevas agrupaciones insurgentes.
Para
los que creen que firmar la paz con las guerrillas izquierdistas es llevar a Colombia
a un escenario de impunidad están totalmente equivocados. El llamado ‘Marco
Legal para el Proceso de Paz’ está ubicado en un escenario que se le ha
denominado ‘justicia transicional’. Desde este contexto, se buscan alternativas
de ejercer justicia, distintas a la cárcel, o con penas alternativas a quienes
hicieron parte del conflicto, pero siempre buscando que la verdad, la
reparación y la participación de las víctimas sea la constante, diferente a lo
realizado con los grupos paramilitares en Colombia en 2004 que se les procesó
en Estados Unidos solo por narcotráfico y no por delitos contra la población
civil.
Otros,
en cambio, hablan que el proceso de paz con las FARC-EP es solo el “trampolín”
del actual gobierno de Colombia para reelegirse. En Guatemala fueron
precisamente las elecciones presidenciales de 1996 las que empujaron a que se
fortaleciera la agenda de paz con el grupo armado ilegal URNG. Finalmente, aquella coyuntura en esa nación
centroamericana influiría en propiciar los cambios políticos necesarios para
llegar a firmar los acuerdos de paz, y con ello, la elección de gobiernos más
progresistas o de izquierda, los cuales garantizaron la continuidad del proceso.
En
éste último punto es en el que entra la posibilidad de opciones que realmente,
no solo garanticen la continuidad de los Diálogos de Paz entre el Gobierno de
Colombia y la Insurgencia, sino de realizar los cambios al modelo económico
que, durante años, ha generado desigualdad y pobreza, caldo de cultivo para la
guerra y la violencia en todas sus manifestaciones. Es allí donde la figura de Clara
López Obregón entra a jugar un papel preponderante en éste escenario, y su
fórmula vicepresidencial, Aida Avella, que garantiza una unión duradera a los
sectores políticos alternativos y movimientos sociales.
Proceso de Paz, la prioridad
No
hay que creer en encuestas, pero que influyen, influyen. Según sus últimos datos,
darían por ganadoras las campañas que resumen en dos los escenarios posibles en
el futuro político de Colombia: La continuación de la guerra o la salida
negociada y pacífica al conflicto armado. Aunque los sectores progresistas y
alternativos en Colombia apoyan y reivindican el Proceso de Paz, también es
cierto que temas como la renegociación de los TLC, la regulación de la política
extractivista y frenar la presencia de multinacionales en el territorio, no
serían posibles con el actual modelo económico ni negociables en la Mesa de
Diálogos con el actual gobierno colombiano.
Es
así que es necesario un gobierno que, en un eventual escenario de paz, garantice
realizar las reformas necesarias para mitigar las condiciones de pobreza y
desigualdad social. De esta manera, podríamos diezmar, de una vez por todas,
las posibilidades de que renazcan sublevaciones sociales que repercutan en la
creación futura de otros grupos armados ilegales en Colombia.
Por esta razón,
creemos que el proyecto político que representa Clara López Obregón y Aida
Avella Esquivel tendría la capacidad de idear lo necesario para materializar
esos cambios; porque no es solo firmar la paz, es también mantenerla,
garantizando una real democracia para todos los sectores.
Si no es Clara en segunda, ¿qué hacer?
Hasta
aquí, todo claro. Lo más seguro es que haya segunda vuelta en las elecciones
presidenciales, y con ello, pensar en la posibilidad real de que la Izquierda llegue.
Pero si no… Por tanto, pensar un escenario sin ellas en segunda vuelta es
necesario. Sin que se nos califique de pesimistas, aunque muchos deseemos que
Clara y Aida logren un victorioso segundo lugar el 25 de mayo, la desinformación
que consumen muchos ciudadanos sobre la actual coyuntura electoral solo deja
chance en la intención de voto al candidato-presidente Juan Manuel Santos y al
candidato uribista Oscar Iván Zuluaga, el primero de tendencia política de
derecha, el segundo de extrema derecha.
Ahora
bien, analicemos. Santos, aunque de derecha, desde un comienzo se la jugó por un
proceso de paz con la Insurgencia. Mientras la otra opción, la llamada extrema
derecha fascista, ayudado por una maquinaria politiquera muy bien aceitada con
recursos de sectores que no simpatizan con el proceso de paz, solo quiere
continuar un modelo, instaurado por el entonces presidente Álvaro Uribe entre
2002 y 2010, en el que buscan la derrota militar de la insurgencia, ahondando
en los múltiples problemas que desencadena la guerra en un país con la segunda taza
de desplazados en el mundo.
Aunque
las dos campañas parezcan ser de la misma tendencia ideológica, es preciso
identificar que entre las dos hay una que se la juega por la paz, la misma que
ya está por más del 60 por ciento de los acuerdos firmados en La Habana. La
otra es de donde provienen los ya conocidos y cuestionados actos ilícitos, como
las chuzadas del DAS, los falsos positivos, Agro Ingreso Seguro, la
parapolítica, los calificativos de “guerrilleros vestidos de civil” y el pago a
congresistas para la aprobación en el Congreso de la reelección uribista en
2006.
En
definitiva y para ir cerrando ésta reflexión, la alternativa es Clara para
primera vuelta. La Izquierda tenemos el derecho a continuar, bajo condiciones
sociales, políticas y económicas diferentes, este proceso de consolidación de
la paz y no con el actual modelo. Sin embargo, en el marco de las actuales
condiciones históricas que hoy se nos presenta y de resultar ciertas las
llamadas encuestas de opinión el próximo 25 de mayo, la opción en segunda
vuelta es rodear el proceso de paz o dejar que la guerra continúe su curso con las
lógicas del uribismo.
O es votar en blanco,
escenario que en segunda vuelta de las presidenciales no significa nada según
la legislación electoral colombiana y dejar que llegue Oscar Iván Zuluaga para
que borre los importantes avances en el Proceso de Paz. ¿Es dejar que la
extrema derecha le eche gasolina al fuego a 50 años de conflicto o es tomar el
mismo camino ya emprendido por el sector del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro?. Sin sectarismos pensemos, ¿Que hacer?.
Aun así teniendo en cuenta que con el actual gobierno no se podrían iniciar los
cambios estructurales ya descritos anteriormente, nuestra obligación hoy es asumir
responsabilidades históricas: Pensar en un panorama en segunda vuelta entre Santos o el voto en blanco, en el eventual caso en que Clara no llegue, ¿Cual sería la opción?, yo diría que votar por Santos. Nunca pensé decir ésto pero es solo pensando en ganarle las
elecciones a la guerra, la prioridad es la Paz.
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