Estoy segura que vararme en pleno Páramo de Puracé frente a una imponente cascada rumbo a Popayán no fue una casualidad; tampoco lo fue que me reencontrará con Marcela, Katerine, Fulbia, Chato, Tatiana, Yulieth y Raúl de los municipios de Altamira, Almaguer, la Tetilla y la finca "El Abrazo"; mucho menos que descubriera que el aprendizaje y servicio es una práctica más común de lo que creía en nuestros procesos con niñez y juventud. Así lo pude comprobar en el conversatorio que la buena amiga de Raúl, Sharo tuvo con jóvenes y maestros participantes de la red Actoría Social Juvenil, y más tarde con maestros en la Universidad del Cauca. Durante la jornada, Sharo compartió con nosotros la experiencia de proyectos de educación realizados por compatriotas suyos en colegios, universidades y comunidades de Cataluña.
Algunas de las experiencias que llamaron mi atención fueron Conecta Joven, en la que un grupo de jóvenes prestan un servicio enseñando a los adultos de su localidad, alejados de la tecnología como utilizar los computadores. También impresionó la experiencia de la ludoteca itinerante coordinada por otro grupo de colegiales, la de los niños tutores de cuentos que leen a los mas chicos historias y relatos que los acerca al mundo mágico de la literatura y la de los estudiantes de veterinaria de la Universidad de Buenos Aires Argentina, que prestan sus servicios médicos de forma gratuita a las mascotas de sus vecinos.
De esta manera, durante el viaje de Neiva a Popayán y mi primer día en la ciudad blanca, me olvidé de las meras casualidades y creí aún más en las causalidades.
Por. María Ilse Andrade Soriano
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